La novela pasa por narrar los amores desaforados y desmesurados de Cleopatra, como personaje casi mitológico, pero también cuenta la experiencia del amor desde la perspectiva del romano Antonio.
Al hilo de sus aventuras y desventuras se van desgranando las distintas facetas del amor: el amor perdido que se fue y regresa; el amor que perdonó, pero condena; el amor siempre nuevo y viejo al mismo tiempo “que nunca se presenta bajo el mismo rostro y sus enseñanzas son inagotables”; el amor que no se conoce hasta sufrir el abandono; el amor que se conoce más por el dolor que por los goces; el amor, que no ayuda a la entereza; el amor que vuelve y parece distinto (“pasó para siempre aquel Antonio de mi primer amor y llega otro Antonio a quien no conozco. ¿Cómo sabré que soy capaz de amarle?”); el amor que lucha con y contra el poder y se inmiscuye en él y el poder, que a su vez se inmiscuye en el amor; el amor carnal como antesala, pretexto y fin del amor filial; el amor como consuelo después de la derrota bélica o la derrota de la vida (“no me compadezcas por mis desgracias de los últimos tiempos. Por el contrario, felicítame pues he sido hombre ilustre y he disfrutado de muchas cosas bellas a lo largo de mi vida”).
Casi al final de sus días, Antonio se dice a sí mismo:
- Oriente, todo habrá sido un sueño que Antonio tuvo en vano.
Y Cleopatra:
- Si alguien quiere saber qué es el amor, no diga nunca que fue un sueño.
El poliédrico amor.
1 comentario:
Lo que importa es que sea correspondido.
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