Lees en Internet la esquela de Víctor González, para tus efectos Víctor el Subjefe.
Cuando hacia el año 90 comenzaste a trabajar en el Depósito (una amiga siempre preguntaba ¿de cadáveres?, y tú, no: de máquinas y de maquinistas) pasaste a una oficina que llevaba unos meses vacía y era la que había ocupado Víctor el Subjefe durante bastante tiempo. A juzgar por los papeles que dejó tuvo que ser un hombre metódico.
En aquella época se produjo un cambio organizativo notable y de tres subjefes (de incidencias, de hojas y de boletines) se pasó a uno. De ser el Depósito dependencia cuestionada pasó a ser un organismo cuestionador y dominante, en consecuencia, no procedía que ningún otro pidiera explicaciones a su personal, por lo que era inútil recopilar incidencias, es decir, anomalías en el desempeño del servicio. La nueva preponderencia necesitó un cambio de nombre y el Depósito se convirtió en Base de Tracción.
Las carpetas de Víctor respiraban orden, pero tú no las necesitabas porque tu labor era otra. Nadie más las volvió a consultar. Cuando a los cinco años desalojaste el lugar para llegar en patera a Cercanías, allí quedaron los legajos.
Te preguntabas quién habría sido el tal Víctor, pero no acababas de ponerle cara y eso que resultó ser una persona con la que te cruzabas muchas veces camino del trabajo. Tenías una remota idea de que aquel señor era un jubilado de Renfe. Hacía años que habías marchado del Depósito cuando alguien te preguntó si no saludabas a Víctor, el señor con el que os acababais de cruzar.
Hace unos meses intercambiaste con él unas palabras a la salida de un entierro para decirle que todavía hoy recordabas su pulcritud, corroborada en el acto por su mujer.
Descanse en paz.
2014/02/11
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3 comentarios:
Una reseña muy guapa.A mi me pareció una persona muy seria y honrada. Precisamente por su seriedad, un poco distante, lo traté poco.
Yo se le concí, en el 80 cuando Golfe era el jefe, me pareció un persona seria, educada y elegante.
Julio
En paz descanse. La vida continúa. Y tu vena literaria. Y tu producción blogera. Siempre tienes tiempo para unos pensamientos escritos al mundo, por un compañero, por unos políticos que no te gustan. Es una buena señal de que el trabajo de funcionario no te agobie tanto como para no poder escribir: hay que ponerle más aliciente a la vida. Que no sea por falta de tiempo. Que no sea por falta de unos oídos que te escuchen. Que el escribir no deja de ser un placer solitario.
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