Ya de retirada, a eso de las nueve de la tarde o de la noche, esperando el ascensor, te encuentras con un vecino en el portal, que también se recoge con su perro, y lo dices con precisión.
Te cuenta que fue a Covadonga el otro día con su nieta y que te vio por allí, que comisteis en el mismo sitio, El Peregrino”, que te vio afuera hablando con unos y con otros. Le explicas lo del encuentro anual.
Subieron y bajaron varios vecinos y s

Te dice que cuando terminaron de comer caminaron lentamente hasta la Cueva, que subieron las escaleras, que descansaron en el primer rellano, que continuaron y que la niña, de cinco años, se puso a rezar y que a él le cayeron tantas lágrimas que no había manera de parar porque la niña estaba pidiendo cosas.
- Hala, vamos, nena.
- No, todavía no terminé de pedir.
Preguntas:
- Pero ¿qué pedía la nena? si se puede saber.
- Me prometí que no se lo diría a nadie.
- Bueno, nada, nada, si ye un secreto, no me lo digas.
- Hace tres meses que nos divorciamos.
- No jorobes, nun sabía na.
- Y la hija también se divorció.
- ¿Qué tién, treinta años, va tiempo que nun la veo?
- Treinta y cuatro. ¿No ves cómo estoy, en los huesos?
- Si, la verdá ye que te vi un poco delgau, pero, mira, esos dos que acaban de subir, hacía tiempo que nun movían el coche del garaje y la mujer y yo pensábamos ¿tará malú? ¿quitarian-i el carné? porque nun lu veíamos. Un día pregunté-i y quedé como taba, así que munchas veces val más nun preguntar porque igual te dicen que qué te importa.
- Se marchó con el jefe. Y estoy yendo al sicólogo.
- Vaya ¡cuánto lo siento!
- Nos casamos a los diecisiete años, llevábamos treinta y cuatro casados. La hija marcho con otro y la mía igual.
Esas cosas pasan en el portal y tú sin enterarte, como de la operación de apendicitis de tu vecino de puerta, de la que supiste una semana después.
1 comentario:
Pues sí, da pena, no saber nada de nadie, pero a veces, está bien, cuando no quieres que se sepa nada de la tuya...
Publicar un comentario