Leyó uno este libro básico para conocer las materias que se detallan en el mismo título. Lo prologó en 1922 Ramón Menéndez Pidal, que da unas pistas de lo más destacable que se puede encontrar en su contenido, por ejemplo esto:
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Que el autor no encontró persona alguna de las
cientos con las que se entrevistó a lo largo y ancho de Asturias, que hubiera
oído hablar de personajes mitológicos como el Busgosu, el Sumiciu, los
Espumeros, los Ventolines, las Lavanderas, la Guaxa o las Ayalgas.
- Cómo llegó a tiempo de dar con los últimos asturianos que vistieron el traje varonil con el calzón corto y la montera picona. Habla de seis u ocho ancianos a los que vio de esa guisa.
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Valora la descripción de los mitos y las
costumbres, pero llama la atención sobre el frecuente error de considerar que
son peculiares y exclusivos de una región, cuando lo cierto es que existen en
otros numerosos lugares. Incluso lo que es local y exclusivo puede serlo por
haber desaparecido en otras latitudes. Menciona entre ellas a nuestras queridas
Xanas. Insiste en que un estudio que aspire a ser histórico y teórico debe
extenderse a regiones diversas para poder efectuar comparaciones.
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En consecuencia, el autor se dedicó a recoger
material más que a teorizar.
La descripción de los diversos personajes mitológicos, tanto los más tradicionales, como los de reciente invención, es muy detallada.
Como curiosidad, en el capítulo del Nuberu, recoge un
conjuro para disipar la niebla escuchado en Llanos de Somerón en 1918;
Escampa, borrina, escampa,
debajo p’arriba
por toda la Vallina
que ahí viene San Juan
con el caballo ruán
la perrina falduda
y la Virgen que la ayuda.
Del cuélebre cuenta, por ejemplo, que es una serpiente alada que custodia tesoros y personajes encantados. Vive en los bosques, en las cuevas y en las fuentes de gran cavidad subterránea. Ataca a las personas y a los animales; la escama es tan dura que rechaza las balas; únicamente se le puede dar muerte hiriéndole en la garganta. Bastante alejado, en definitiva, de la popular letra de Víctor Manuel, que, sin embargo, es la que está llamada a perdurar en el imaginario popular porque la letra más que con sangre entra, con música entra.
Para darse cuenta de la mojigatería de muchos intelectuales de
la épica a la hora de reflejar la realidad, baste pensar que no escribieron la
palabra ‘mierda’ en algunas poesías, sino que la transcribían como “m…”, por
ejemplo al recoger esta jaculatoria contra el diablo burlón:
Jesús, María y José,
si eres el diablu
de ti reniego;
mal añu pa ti,
doite m… de gatu negru,
la cruz te fago
veite pa las peñas de Fontoira.
Por cierto, que la combinación de los mitos de la mañana de San Juan y de las Xanas dio lugar a una de las canciones más tiernas del folklore asturiano: La flor del agua. https://www.youtube.com/watch?v=3LhvrcZuxQ4
En el capítulo de las supersticiones una de las más crudas fue la de un ganadero que cada vez que subía al monte a ver sus vacas se le moría una. Consultó el caso con un amigo, que le dijo que tapara un ojo cuando las fuera a ver, porque en uno de los ojos tenía el mal. Como miró una con un ojo tapado y después con el otro, al descubrir que se le había muerto una vaca que había mirado con uno de los ojos, se lo sacó con un punzón porque ahí estaba el mal.
Cuenta el autor que en Caravia vio una piedra en un establo porque el dueño creía que la vaca que concebía en su presencia paría hembras.Al hablar de las costumbres, concretamente del traje asturiano, que detalla profusamente, lanza la hipótesis de que la montera picona semeja las picudas montañas asturianas, que apuntan al cielo.
Curioso que el mozo soltero, no el casado, en las romerías
llevara colgada del hombro la chaqueta de paño, lo que dio lugar a una
letrilla:
El galán que está en el baile
parece que está casado
que no quita la chaqueta
aunque se halle acalorado.
El autor describe muchas costumbres de cortejos, prenupciales y nupciales, por ejemplo, el cantelo del tchoru (lloro) en el occidente astur. El cantelo es una torta que después del banquete reparten los novios entre sus vecinos, a la vez que les dan un sorbo de vino. El lloro es porque al final del banquete, la novia llora al salir de la casa paterna.
En la época del autor pervivía la costumbre de correr el gallo: los niños daban diez o quince céntimos al maestro para comprar un gallo y se entretenían después corriendo detrás de él. Cuando el gallo quedaba sin fuerzas lo colgaban de un árbol y un niño con los ojos vendados intentaba cortarle la cabeza con una espada de madera, hasta que lo conseguía.
¿Y esta letra de la Virgen de Covadonga? A saber si es la
más auténtica.
La Virgen de Covadonga
e pequeñina y galana
aunque bajara del cielo
el pintor que la pintara.
Simpáticas algunas letras:
He tenido atrevimiento
de coger la pandereta
como aquel que coge un libro
sin conocer una letra.