LECTURA DE LA PRENSA. HACER NÚMEROS
No es por continuar con la idea plasmada ayer (asunto cerrado), pero a veces las casualidades o la inercia le llevan a uno a enlazar ideas. ¿Cuánto tiempo pierde (‘emplea’ quedaría más propio) un tren de viajeros en una parada? Uno puede tener ideas preconcebidas, incluso siendo o habiendo sido un profesional en la materia, y soltar la cifra que se le ocurra, porque estimaciones abondo está uno oyendo esta última temporada. Ante la petición unánime de las fuerzas políticas locales y otros poderes fácticos, uno estuvo tentado de plantear una cuestión: ¿Cuántos viajeros justifican una parada? O incluso se le ocurrió a uno un plantear un órdago: vale, se toma la decisión de que pare el primer tren de la mañana tanto en Pola de Lena como en Mieres, pero si llegado el tercer mes de funcionamiento, el número de viajeros es inferior a equis ¿se suprime la/s parada/s? La cuestión puede estar en concretar la equis. Ese es un planteamiento o, al menos, un factor. Confiesa uno haber tenido ese mezquino pensamiento, pero hizo otros números. Tomó nota de los horarios de los trenes Gijón-Madrid y viceversa e hizo unos cálculos, resultando lo siguiente: la media de duración del trayecto Oviedo-León (y León-Oviedo) de los trenes directos, es decir, sin paradas intermedias, es de 64 minutos. La media del tiempo con paradas en Mieres y Pola es de 68. Otro dato: la media del trayecto Valladolid-Madrid (y viceversa) sin pardas en Segovia ni en ningún otro punto es de 58 minutos. Si el tren para en Segovia, emplea 64 minutos. La conclusión (salvo opinión mejor fundada, que se dice en los foros jurídicos) es que en una línea de alta velocidad una parada implica seis minutos y en un trayecto de baja velocidad, la parada supone dos minutos. Uno podría pensar apriorísticamente otra cosa, pero los números dicen eso. A partir de ahí se pueden sacar conclusiones y adoptar decisiones. Además de despejar la equis.
La noticia de la reparación del futbolín resulta entre triste e hilarante. ¿No hay otra solución entre una burocracia atosigante y el encargo al amiguete? Puestos a hacer números, ¿cuánto costó el futbolista roto? En un viejo manual de prácticas empresariales, leyó uno que no merecía la pena perder el tiempo en comparar precios a la hora de comprar lapiceros para oficinas, pero sí cuando se trata de instalar una red informática.
Ante la notica del rescate de la perra, que salió bien, ¿es mezquino uno si se le ocurre pensar en voz alta y hacer algún número?
En realidad no hay noticia del periódico que no hable de números: los que se refieren a los cálculos postelectorales, los muertos en las guerras y revueltas, los años pasados injustamente en la cárcel, los puntos que dan un ascenso deportivo, los meses de demora para una consulta con un especialista,…
Uno lee o escucha con frecuencia: “Habría que…”. Y uno está de acuerdo ante decisiones elementales, pero acto seguido se acuerda de aquel gurú del Management que decía que la calidad era medir, medir y medir. ¿Y cómo se mide el resultado de esas ideas tan extraordinarias que todos tenemos? Uno es de letras, pero respeta enormemente los números.
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LECTURA DE LA PRENSA. IMBECILIDADES Y MANÍAS, SI ES QUE NO SON LO MISMO.
Lee uno el casi siempre original artículo de Juan José Millás y casi al mismo tiempo se entera DE QUE concedieron a Neto el premio a la mejor viñeta periodística de 2023. Uno se pregunta si había gramáticos en el jurado y si se tuvo en cuenta su opinión
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LECTURA DE LA PRENSA. NO LECTURA
Si uno, que es el caso, tiene pensado pasar próximamente un fin de semana en alguna o algunas poblaciones de comunidades autónomas limítrofes, ¿conviene leer la prensa de la provincia o de la comarca, o mejor abstraerse y no enterarse de los entresijos? Uno opta por lo segundo en este caso. Como no son poblaciones que sean noticia en el candelero nacional, desconoce el color político de los gobernantes. Si leyera la prensa (o mismamente si entrara en la Wikipedia) se enteraría inevitablemente de quién detenta el bastón de mando en esas poblaciones. Prefiere no saberlo para no predisponerse si le ponen una multa como peatón o si encuentra papeles por el suelo, chicles por las aceras, estatuas de cambiante gusto en las avenidas (que nos encantarían si son de los nuestros y serían horripilantes en otro caso), pocas o muchas peatonalizaciones, museos de pago o gratuitos, iluminación comedida por las noches, etc. etc.
Esos sitios le gustarán o no, pero no está uno dispuesto a dejarse influenciar por pasajeras mezquindades.
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