Muchas veces te encuentras a Nico Suárez, ahora ya sabes que se llama así, sacando como malamente puede unas desafinadas notas de su violín con la esperanza de que al terminar su función callejera, el sufrido auditorio deje unas monedas sueltas.

Jamás oíste cacofonías tan notorias como las de Nico, de ahí que nunca te hayas estirado rebuscando alguna moneda. Pensándolo bien, a lo mejor tampoco echabas mano de la cartera si el sonido fuera simplemente discreto. Así y todo te parece admirable la decisión de Nico Suárez de salir a la calle, echar el violín al hombro y que sea lo que Dios quiera.
Hace días leías un reportaje sobre algunos de esos músicos callejeros que ambientan las calles. Así te enteraste de su nombre y de que es rumano, o al menos que vino de Rumanía, porque no te cuadra un Suárez nacido en los Cárpatos. Si fuera natural de Herías/Erías, Casorvía o de alguna aldea del valle del Huerna, todavía.
La necesidad acabó con la vergüenza de Nico, y podrá alegarla como eximente si existiera una justicia musical como dicen que existe la justicia poética, porque, insistes ¡qué mal toca el hombre!
1 comentario:
Vasiliev le pagan por no desafinar,a Nico no le importa hacerlo.
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