EL CANTERO

Trabajas en unas oficinas en buena parte diáfanas, no solo a la visión, sino también al sonido, de manera que hay que hablar bajiiito si no quieres que se entere el de al lado y eso que dicen que estáis en el mismo barco pero con tanto chucuchú parece como si aquello fuera un nido de espías. Si te das un paseo hasta la fotocopiadora (a veces una Cámara café en pequeño) puedes oir que esa batallita que alguien está contando por ahí al momento te la vendrán a contar a ti o ves que lo que te contaron hace un momento (asuntos de servicio, por supuesto) lo están reproduciendo por otras mesas. Al fin y al cabo alguien cree que tiene una idea original y está orgulloso de difundirla urbi et orbi.

Algo de eso mismo haces tú, sólo que a lo mejor no estás, o no deberías estar tan orgulloso de tu ignorancia. Tú ya lo contaste a todo el mundo, a la banda del coro, a la banda del café, a la nenina, a cualquier etnógrafo aficionado y a cualquiera que pilles y no pueda salir corriendo. Solo te faltaba contarlo aquí y ahí va. Alguien dirá con razón:

- Repe, repe, ya lo sabía.

El caso es que muchas veces das la pelma a tu madre preguntando antigüedades, y un buen día salió la conversación de que Fulano de tal (q.e.p.d.) eran canteru o “cantiru”. Y tú, preguntaste por preguntar qué hacía un canteru. Te parecía que cantero viene de cantera así que cantero tenía que ser el que picaba en las canteras, y así imaginabas a los canteros de Covadonga que baxaban a la Riera.

Resulta que no, que “cantiru yera el que facía paré o un muru baltáu”.

- O sea, el albañil de antes.
- Más o menos.

Concebías que un cantero levantara catedrales, pero no que hiciera esas cuadras con morrillos de cualquier tamaño y figura. Ese sería un albañil.

Asociaciones de ideas, prejuicios leves. Hay otros más graves. El mecanismo mental, el mismo.