LA PARTICIPACIÓN ELECTORAL

El porcentaje de participación en las últimas convocatorias de la comunidad de propietarios fue del 22,73; del 26,66; del 24,95 y del 28,19 por ciento según las respectivas actas ¿Qué tendría que ocurrir para que fuera del 95 por ciento? Seguramente ni la inminencia de una declaración de ruina del edificio, si en esa coyuntura cupiera decidir algo por votación, serviría para lograr una asistencia de ese tenor. ¿Qué margen de maniobra tiene la nueva junta directiva? ¿paralizar uno de los dos ascensores? ¿quitar el portero y sustituirlo por un empresa de limpieza o viceversa aprovechando alguna subvención que encajara? ¿quitar madera y poner mármol o al revés? ¿suprimir el administrador y pasar los comuneros a turno rotatorio? ¿qué pasa si no vas a la junta? seguramente nada porque nunca se tomarán decisiones demasiado relevantes por una mayoría exigua.

Quizá eso mismo se piense de las elecciones municipales, un poco más de las autonómicas, lo mismo de las nacionales, y qué decir de las europeas en las que el voto se difumina absolutamente. Sin embargo, pese a la inutilidad de cada voto individual, no hay alternativa a las elecciones democráticas.

Cabe interpretar la abstención como desapego de determinadas instituciones, explicable en las europeas por su dispersión, por la complejidad de su funcionamiento. Una abstención máxima, próxima al noventa por ciento equivaldría a una moción de censura contra el sistema, pero incluso en esos casos no serían esas instituciones no-votadas las que decidirían autoeliminarse haciéndose el haraquiri. Esa decisión tendrían que tomarla los estados miembros, pero ningún partido con representación sustancial defiende tal propuesta.

Un descenso espectacular, sistemático y continuado en todas las consultas electorales daría argumentos a favor de un golpe de estado. A lo mejor se quiere eso.