2014/03/03

LO QUE LLEVA Y NO LLEVA EL VIENTO

Te paras en una noticia que no tiene nada de especial, que fue noticia pero que pudo no serlo por su intrascendencia o que pudo ser peor, según se mire: el viento tiró estos días el muro de un colegio. No ocurrió nada porque sucedió de madrugada y únicamente se registraron consecuencias materiales y no demasiado graves.


No sabes si el muro era reciente, por la pinta sí, y si habrían pasado todos los plazos de garantías acordados entre albañiles y juristas. La caída del muro te da pie para pensar en los efectos diferidos de nuestros actos, en este caso es el de los de los aparejadores, ingenieros, arquitectos, contratistas, subcontratistas y toda la larga cadena de empresas y personas que intervienen con su visto bueno y su visto malo, con sus acciones y omisiones. También pueden ser otros en otros supuestos y en otros ejemplos, por no pensar una vez más en el accidente de Santiago.

Meditas sobre cómo lo hecho hecho está, y no ha lugar a arrepentimientos, o, de haberlos, no tiene efectos prácticos, so pena de meter el muerto (palabras que carga el diablo) a los genéricos siguientes. No valdría ahora, cesado o jubilado por ejemplo, una declaración de intenciones del máximo responsable de ese y otros muros, manifestando que todos los muros o todas las obras en las que intervino tenían viciado el cálculo de la resistencia de materiales o de la proporción entre cal y arena. Toca apechugar durante el mismo tiempo que prescriben los delitos, las faltas y las responsabilidades en general. No hay vuelta atrás.

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