Free CounterTomando una botella de sidra lees un artículo que D. Agustín Hevia Ballina escribió este lunes en La Nueva España (no aparece en la edición de internet) en recuerdo, in memoriam, de Don Ignacio María Olaizola Arrieta, que fue rector del Seminario mientras D. Agustín fue seminarista.
No conociste a Don Ignacio María, es más, no recuerdas haber oído nunca hablar de él. Dejó de ser rector en el año 62 y tú entraste en 1967, que no son muchos años de diferencia, pero los rectores que habían sido te quedarían muy arriba, y tú, en aquel entonces bastante tenías con ir aprobando por los pelos a primeros de septiembre.
El título de este artículo es una reproducción literal de una frase que D. Agustín incluye en su in memoriam cuando se refiere a un grupo de profesores como “ese plantel de sabios y eruditos profesores contribuyó con el rector (…) a dar al Seminario de Oviedo unos esquemas intelectuales sólidos y bien cimentados en las maleables mentes seminarísticas”. Relees varias veces la frase. Ahora cuando la escribes, el Word no reconoce “seminarísticas”. Don Agustín era/es muy amigo de inventar palabras. Por eso le llamó tanto la atención que, en tu adolescencia, cuando colaborabas en Alborada, aquella revista seminaril (otra invención, en este caso tuya) y escribieras un artículo sobre los tacos, te refirieras a la gente que taqueteaba.
- Carape, Luis Simón, taquetear no la recoge el Diccionario de la Academia, pero tiene sentido.
Don Agustín fomentó tu gusto por el latín, por el griego, por la mitología clásica, y faltó el canto de un duro para que te decantaras por esa rama que solo sigue, parafraseando a Blas de Otero, la inmensa pero imprescindible minoría. Seguiste otra vía, otra vida.
Lees que D. Agustín tuvo como profesores a otros que también lo fueron tuyos: Luis Cortina Prieto (que a ti te dio francés), D. Alfredo de la Roza (historia, además de música), D. Félix Prendes del Busto (un caballero al que nunca viste reír, que te introdujo en las uniones, las intersecciones, los conjuntos y los subconjuntos, un mundo novedoso del que no se hablaba en la escuela de Fierros), D. Enrique López (con los papiros de Qumrá).
Y caes en la cuenta de que todos esos, y otros como el inolvidable D. Isaac, formaron tu maleable mente seminarística. Y el siempre perspicaz D. Agustín utiliza nuevamente el polisémico maleable, que tanto puede derivar de malear (hacer malo lo bueno) como de malleus, martillo: aplícase a los metales que pueden batirse y extenderse en planchas o láminas. Crees que no están en contradicción.
Y ahora, después de varios días, tendrás que malearte, adaptarte a una nueva situación, porque, después de la mudanza, antes escribías contra la pared y ahora frente a una ventana, antes mirabas la pantalla a la izquierda y ahora lo haces a la derecha (son coincidencias inocentes, diseño obligado del nuevo habitáculo), y aunque tardes en encontrar un papel, un bolígrafo, un apunte, esperas captar de vez en cuando alguna idea suelta, alguna ocurrencia perdida, sin llegar al extremo de Camilo José Cela, que, para inspirarse o para concentrarse, mandó pintar totalmente de negro una habitación para escribir Oficio de tinieblas 5.
Que así sea.
2 comentarios:
Estimado Luis Simón
Espero que la mudanza ......... sólo haya servido para cambiar las cosas de sitio , no las ideas querido Luis Simón.
Lo digo por aquello de que "mudar" tiene otros significados, a saber: "Dejar el modo de vida o el afecto que antes se tenía, trocándolo por otro."
¿Qué ves por la ventana....?
Salud
Espero que te encuentres comodo en tu nuevo hogar.
Y que sigas teniendo tan buena memoria para aquellos tiempos inolvidables que vivimos en el Seminario, y refresques la de los que no la tenemos.
Alipio
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