“No hay país”, del periodista Xuan Cándano, es un libro imprescindible para conocer la historia de Asturias desde la Transición. Reproducir el índice le ahorra a uno resumir de qué trata el libro. Un sugerente videorreportaje aparecido en el vanguardista programa Pieces (TPA) es capaz de atraer al lector indeciso. https://fb.watch/v3SB5BbfLs/
El libro no solo incluye una ingente cantidad de datos y de
actividades de personas, sino que las interpreta. Cada quisque puede quedarse con
los datos y elaborar otras interpretaciones, pero la presentación de los datos
condiciona y orienta hacia unas conclusiones determinadas. El título del libro
es relevante: No hay país. Uno quiere entender: Asturias, o los asturianos no
tienen conciencia de país. Además, el peso de Asturias es mínimo en la política
nacional, caso único en el norte de España, donde el peso de los partidos
regionalistas o nacionalistas hace que se les tenga en cuenta, aunque sea para
arañar algunas partidas en los presupuestos anuales si los votos son necesarios
para su aprobación, que suelen serlo.
La foto de la portada, en la que destaca en una posición
central Rodrigo Cuevas, es todo un manifiesto: esta es la Asturias emergente
que nos salvará del adocenamiento y de la insignificancia.
Por sus muchos años en el mundo de la calidad, uno tiene el
vicio de contar. (Decía Alfonso Hatre, el gurú asturiano en la materia, que la
calidad era contar, contar y contar). Pues bien, el índice onomástico le ayuda a
uno en una labor numérico-valorativa, a saber, la relación de personajes
citados en más páginas. ¿Son los más relevantes? ¿Son aquellos con cuyo testimonio
pudo contar para elaborar el libro? ¿Son los de más filias? ¿Los de más fobias?
De todo habrá. En al prólogo el autor agradece y relaciona a quienes le aportaron
información, y omite a quienes no se la aportaron. Ahí van los citados en más
páginas, con alguna observación, por si arroja alguna luz. En general a los
políticos nacionales no los entrevistó. Es posible que ni lo haya intentado. Otros
multicitados habían fallecido en el momento de publicar el libro.
Ahí van los más mencionados.
José Ángel Fernández Villa: 65 páginas. (No entrevistado)
Juan Luis Rodríguez Vigil: 43 páginas.
Pedro de Silva: 40 páginas.
Felipe González: 36 páginas.
Francisco Álvarez-Cascos: 31 páginas. (No entrevistado).
Gabino de Lorenzo: 28 páginas. (No entrevistado)
Graciano García: 28 páginas.
Tini Areces: 27 páginas.
Bernardo Fernández: 22 páginas.
Xuan Xosé Sánchez Vicente: 19 páginas.
Jesús Sanjurjo: 19 páginas.
Francisco Franco: 17 páginas.
Luis Martínez Noval: 17 páginas.
Alfonso Guerra: 16 páginas.
Sergio Marqués: 16 páginas.
Javier Fernández: 15 páginas. (No entrevistado. Jacobino
confeso, enemigo acérrimo de la lengua asturiana son términos que le dedica en
el libro. No es de extrañar que no haya entrevista).
Antón Saavedra: 15 páginas.
Piti Casal: 13 páginas.
Amelia Valcárcel: 13 páginas. (No entrevistada, aunque sí su
marido Lluis Xabel Álvarez ¿?)
Víctor Zapico: 13 páginas.
Juan Carlos I: 12 páginas.
Isidro Fernández Rozada: 12 páginas.
Emilio Marcos Vallaure: 12 páginas.
Antonio Trevín: 12 páginas.
Xosé Lluis García Arias: 11 páginas.
Juan Cueto: 10 páginas.
Belarmino Tomás: 10 páginas.
(Hace uno la observación de que Antonio Hevia, el líder
histórico de la minería de CC.OO. aparece citado solamente en dos páginas. En
consecuencia, tampoco está entre los entrevistados. Y Cuevas, que aparece en la portada es citado en una única página).
Parece claro qué línea representan los que declinaron la invitación. O
qué talante.
Uno se fijó en especial en unos detalles de poca monta, por
ejemplo, las páginas en las que se cita a Lena.
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De pasada se menciona al “temido cabo Blanco” (y
tanto) para hablar de su hijo, Toño el Rojo, que le salió rana al padre, y fue
un relevante abogado perteneciente al Movimiento Comunista y cofundador del
Topu Fartón.
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O que en unos años en los que no abundaban los
controles de alcoholemia y drogas, las rutas incluían discotecas de pequeñas
localidades, como Mandrágoras en Piedras Blancas y FM en La Pola L.lena.
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Mención especial merecen las palabras que dedica
a las circunstancias de la muerte del lenense Juan Muñiz Zapìco. “…Cuando murió
Juanín en enero de 1977 por su impericia al volante al poco de sacar el carné
de conducir, cuando iba a su pueblo a por casadielles para regalar a Eduardo
Saborido…”. Juan Muñiz Zapico fue un líder admirable y carismático, pero las
circunstancias de su muerte no fueron esas. Lamentablemente la persona que iba
con él en el momento del accidente también murió muchos años después en otro
accidente de tráfico en La Frecha, pero seguramente hay quien conserva sus
recuerdos y las circunstancias de aquel desgraciado accidente. Por cierto, uno,
con veinte años, estuvo en el inmenso desfile de duelo, que trascurrió a lo
largo del nuevo trazado de la carretera del Pajares, pendiente de inaugurar en
aquellas fechas.
Además de este último aspecto,
uno se fijó en otro capítulo, el que dedica a La Nueva España y a alguna fase
de su privatización para emanciparse de la vieja prensa del Movimiento. Medios
de Comunicación del Estado se llamaron transitoriamente. “A Vaquero le
ofrecieron formar parte formalmente de la empresa, que presidía el notario
Ángel Aznárez, pero declinó…”. Uno tiene relación con Ángel Aznárez y le preguntó
por este extremo. Asegura que jamás tuvo nada que ver con tal operación ni
ostentó tal cargo.
¿Por dos detalles que uno cuestione puede descalificar un
libro tan interesante? De ninguna manera, pero le obliga a uno a ponerse en
guardia.
Cándano, y otros, realizaron un periodismo de investigación
ejemplar en Atlántica XXI, una revista nacida en el año 2009, pero de corta
vida. En sus números denunció la corrupción de José Ángel Fernández Villa, pero
nadie hizo caso a revista tan minoritaria, ni los grandes medios de
comunicación se hicieron eco de sus denuncias. Cándano tenía razón y tiene
motivos para ese desencanto.
Muchas de cal y unas pocas de arena.
1 comentario:
He leido el libro...sin más!
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