Tenías pensado reservar con tiempo entradas para esta obra de teatro, pero se te echó el tiempo encima y solo quedaban las del anfiteatro, desde donde pudiste ver y oír sin problemas la obra pero desde arriba se te escapó un detalle que no sabes si era accesorio o fundamental. Prácticamente toda la obra se mueve en dos únicos escenarios que se van alternando: el del dictador Trujillo y su camarilla de asesores, y el formado de la hija que reprocha a su impedido padre el comportamiento pasado de este.
Como telón de fondo se iban proyectando algunos paisajes y
algunas imágenes en movimiento. Desde arriba estabas tan concentrado en la
palabra, en los gestos y en los escasos movimientos de los actores, que solo en
ocasiones te llegabas a percatar de que había cambiado el decorado. Si estuvieras
viendo la obra desde la butaca de patio, podrías comprobar si existía alguna
integración o coordinación entre escena y fondo pictórico.
Por lo demás, la interpretación de Juan Echanove destaca con
diferencia sobre las demás. Sus movimientos, la gestualidad, las modulaciones
de voz son casi exclusivos suyos. No sabes si la sobriedad del resto de los
actores era forzada para destacar el papel del protagonista. Ni siquiera la
hija del impedido, que cobra protagonismo al final, da al personaje el
dramatismo que merece por el terrible argumento.
La adaptación teatral no pretende ser una adaptación de la
novela de Vargas Llosa, tarea seguramente inabarcable, sino que escoge una de
las líneas argumentales, al decir de los críticos.
(Por lo leído, no coincides del todo con alguna crítica
teatral)
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