Al azar tomas de la estantería el volumen Obras
Selectas, de Azorín, que son las siguientes: Las confesiones de un pequeño
filósofo; Castilla; Lecturas Españolas; El paisaje de España visto por los
españoles; El caballero inactual; Andando y pensando; Tomás Rueda; y Salvadora
de Olbena.
Las confesiones ya las habías leído y subrayado de
joven. Te sorprende que entonces te llamaran la atención párrafos que no sabes
qué te pudieron decir. Por el contrario, ahora descubres nuevos matices. Las
confesiones cuentan anécdotas de la vida de Azorín desde la infancia, su paso
de ocho años por el internado, los profesores…(Una observación especial al
final).
Tanto Las confesiones como el resto de obritas son
textos cortos, a veces de dos páginas, que se leen con agrado.
Muchos son los temas que toca: Castilla; los ferrocarriles (con unas historias
melancólicas y otras tristes de trenes); la esperanza en sus potenciales pacificadoras;
el asombro por la innovación técnica que supone; la ruptura admirada del paisaje;
las tristes y desvencijadas fondas; el progreso técnico, no paralelo al
progreso humano; la melancolía, indiferente a los avances técnicos; la
querencia de Castilla por el mar; la noche y el temor a la muerte; la antigua mesonera
principal que vuelve treinta y cinco años después al mesón y nadie la recuerda;
la rutina de la vida repetida, la que fue y la que será; los jardines
abandonados, tristes reflejo de España o de la vida; los jardines de las
catedrales; el paisaje pelado de las provincias valencianas, que reivindica, no
disimulado por selvas arbóreas; sus recuerdos de Biarritz, que se van
difuminando;
Algunos artículos dedicados a diferentes regiones
españolas en realidad son comentarios de un escritor significativo de la
región: Saavedra Fajardo, Clarín, Fernán Caballero, Pedro Alarcón, Rosalía de Castro
(llamada indistintamente poeta y poetisa), Mier Fuentes.
Fuera de ese contexto también dedica páginas a
Larra, Cadalso (romántico pero sin la emoción del anterior), Proust, Santa
Teresa (a la que vuelve reiteradamente, incomprendida por su confesor).
La obra que más te sorprendió fue Andando y pensando, donde dedica artículos al progreso, a la Revolución Francesa, a la defensa del proletariado; a la libertad de enseñanza como enseñanza sin ataduras; al europeísmo; al comunismo; a un feminismo rabiosamente radical por la radical igualdad del hombre y la mujer con visiones de futuro sobre la necesidad de una igualitaria dedicación a los hijos. Anima a la mujer, y de paso al hombre, a reflexionar, a leer meditando, a fijar ideas por escrito. Las Obras Selectas no siempre incluyen la fecha de cada artículo, pero ‘Andando y pensando’ tuvo que escribirse antes de la dictadura franquista. Hasta ahora tenías la idea del pensamiento político conservador de Azorín, aunque llegó a marchar de España al iniciarse la guerra civil para volver pronto. Quizá fue Azorín un escritor acomodaticio, o simplemente no fue un valiente y prefirió seguir con su vida de escritor obviando materias donde la censura pudiera intervenir. Esa consideración no resta un ápice de la belleza de su prosa.
En la última obra de la selección, Salvador de
Olbena, ves una cierta experimentación: con cualquier pretexto describe con
precisión los sonidos y las luces de la noche; dibuja un personaje desde el
punto de vista de los otros, incluso desde el punto de vista de las casas y de la
huerta, la visión final y definitiva.
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En Las confesiones…el capítulo XL se titula “Esas
mujeres”. Comienza así: “¿No habéis encontrado nunca en vuestra vida una mujer
que os ha hechizado durante un momento y que luego ha desaparecido? Esas
mujeres son como estrellas que pasan rápidas en las noches sosegadas del estío.
Habréis encontrado una vez, en un balneario, en una estación, en una
tienda, en un tranvía, una de esas mujeres cuya vista es como una revelación,
como una floración repentina y potente que surge desde el fondo de vuestra
alma. Atal vez esta mujer no es hermosa…”. Tú pensaste muchas veces en esa
mujer ya sin cara, estaba un verano en la estación de Calzada del Coto, crees
recordar que vestía algo de colora naranja, seguramente era muy guapa. No
recuerdas más. Por supuesto, no le dijiste nada, seguramente ni te habrás
atrevido a mirarla, no fuera a sorprenderte en ese acto tan osado. Habrás leído por esas fechas “Las confesiones de un pequeño filósofo” y por eso te
quedó fija esa imagen, que se acabó difuminando. ¿Quién sería? ¿Qué sería de ella?
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