Ir a una sidrería nueva en plan auditor de caleyas exige un esfuerzo adicional. Conoces dos formas de sobrellevarlo: a) al mediodía llevando un periódico. b) por la tarde si hay partido de fútbol y están suscritos al canal correspondiente, lo que exige una averiguación previa. Exige menos riesgos la opción a).
Hace unos días coincidiste en una sidrería próxima a la estación con un camarero a quien conocías de otra de la calle Gascona, entablaste un diálogo sobre la diferencia de estar a uno u otro lado de la barra y fue cuando te dijo que iba a comenzar de encargado en una que estaba a punto de abrir. Cuando te indicó su nombre le deseaste suerte porque hasta ahora no había sido capaz de aprovecharse de los retales de otra contigua de tradición y éxito.
La propiedad, casualidades de una conversación en el ascensor de casa, te había invitado a la inauguración, pero no te gustan esos lances, no sea que no fueras a volver. Quedas más descansando pagando: el que paga descansa…y el que cobra, más.
Decías que te habías decido por la opción a). Llegas y te sitúas centrado pero próximo a la puerta, entre otros motivos porque había huecos. Es curioso cómo se van escogiendo los sitios: hay quien prefiere al fondo (como los policías, para controlar y protegerse), otros eligen los cantos, otros los taburetes, quien las mesas; tú, de momento de pié.
Un camarero te da a elegir entre las sidras Orizon y Rosa. Como no conoces la sidra Rosa, te decides por Orizon, que también es habitual en tu sidrería de las mañanas (hoy la traicionaste por esta inspección). Casi cuando estabas haciendo la digestión y dándole la opinión a tu mujer, caes en la cuenta de que la sidra Rosa es Sidra Roza, pero no te percataste de que te la anunciaron con deje sudamericano, dicho sea con absoluta asepsia.
Observas parroquianos traídos por los experimentados camareros, o mejor, por los camareros experimentados. Están/estamos todos expectantes: la clientela controlando el ambiente, el escanciado, la limpieza, los pinchos, si te presionan a culetes; los empleados atentos, pasando con bandejas de pinchos a veces, pero no sabiendo qué hacer cuando no hay nada que hacer.
Te lo ponen difícil y no se puede estar en todos los sitios: en tu pequeño portal tienes tres propietarios de sidrerías.
Que el cambio de nombre les traiga suerte.
Habrá que darle una oportunidad el próximo finde.
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