Al mediodía, camino de casa, ves a un hombre de mediana edad repartiendo unos papeles a los viandantes. No se distingue por nada en especial. Viste informalmente y tendrá una edad muy parecida a la tuya. No tiene el aspecto de los repartidores de publicidad, que estiran compulsivamente el brazo para incitar a los receptores a recoger la mercancía y en cuanto la agotan, acabó su objetivo. Este anunciaba otra cosa.
Abres el díptico y por uno de las caras lees en letras multicolores: Salario social, ya; Por una vivienda digna; Por una infancia sin exclusión; Por la igualdad efectiva de la mujer (esta frase va en morado); Por un envejecimiento activo y saludable; Soluciones reales a la ley de dependencia.
No sabes qué aspecto de la lista de peticiones destacar más, pero puestos a elegir, te inclinarías por el envejecimiento activo y saludable porque si alguien llega a ese estadio es que alcanzó lo demás con creces.
El repartidor era un militante (desconocido para ti) de un partido político. ¿Quién está en contra de ese ideario, de esos fines? A los medios, sin embargo, no dedicaba ni una línea. Quizá la diferencia en los programas políticos esté más en los medios que en los fines.
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