Alguien te dejó este libro. ¿Quién? Habrá que averiguarlo
porque viene sin firma. Hace unos años te regalaron un sello nominativo, un ex
libris. Desde entonces vas sellando los libros en la página 3, pero tampoco
llevas cuenta de los libros que prestas, que no son tantos.
El subtítulo da importantes pistas: Secretos e intrigas de
la prensa narrados por el exdirector de El Mundo.
Es un libro desilusionante porque te enteras de cosas que
preferirías no saber.
A algunas personas se refiere con sobrenombre para
ilustrados: El Cardenal, Silicon Valley, la Digna, Woodward. Otros son
designados por sus nombres o apellidos: Sostres, Jabois, Pedro J., Virginia
Pérez Alonso.
El libro, una parcial autobiografía, repasa los años míticos
de sus inicios, incluidos los de su larga época de reportero en Asia, donde y cuando
se ocupaba únicamente de la información, sin pensar en la difícil tarea de gestión
que emprendería años después.
Las redacciones tienen su especificidad pero en algunos
aspectos el ambiente que se respira no dista mucho del de una oficina cualquiera:
el recelo ante el personal con iniciativas; el temor de a quién se elegirá para
un despido; los conflictos de competencias entre secciones; las peleas por ocupar los despachos o los
huecos mejores; el sentimiento de pertenencia a la empresa pese a los muchos
sinsabores; el machismo subyacente y la difícil promoción de la mujer; las
decisiones impuestas, que se aceptan mejor que las razonadas; la excesiva
atención al detalle y la poca tendencia a delegar; el jefe presencialista que
obliga a largas jornadas improductivas a otros; el reino del rumor interno (tan
extraño en una empresa periodística, que los debería desterrar); las
reticencias a reciclarse y estar al día en las cada vez más imprescindibles
tecnologías. Ejemplo de esto último, pero aplicado específicamente a un
periódico es la obsesión del director para lograr que los veteranos abrieran
cuentas de Twitter, aceptaran hacer vídeos en directo o se dejaran formar para
que pudieran utilizar las herramientas que aumentarían el alcance de sus
historias.
Específico de un periódico es la eterna lucha entre la
íntima libertad informativa y la necesidad de seguir contando con
patrocinadores; el abandono del rigor informativo acuciados por la necesidad de
la primicia y de que ningún otro medio la pise; las dudas sobre si lo que el
director quiere es lo que conviene al periódico; la agobiante presencia tácita -cuando
no explícita- de las grandes empresas
patrocinadoras; la falta de rentabilidad de las grandes exclusivas, inmediatamente
replicadas en otras webs a las pocas horas,
Interesantes algunas de las apreciaciones:
-
El gran error de Pedro J. de creer la versión
del 11M del gobierno y seguir alimentando la teoría de la conspiración en una
huida hacia adelante que llevó a publicar durante años supuestas investigaciones
para reafirmar la teoría de la conspiración.
-
Quizá los lectores del periódico se habían hecho
más sectarios e intolerantes y demandaban una verdad que se ajustara más a sus
ideas o menos a la ética periodística.
-
Villarejo como fuente histórica del periódico
hasta que el director decidió cortar la relación.
-
La confianza en el histórico papel pacificador
de la prensa: la Guerra de Crimea y reportajes en el Times; los reporteros de
la guerra de Vietnam que abrieron los ojos a la sociedad norteamericana; la Yugoslavia
desangrada.
-
El acuerdo de mínimos que alcanza en el juicio
por su despido y la frase que logra introducir en el pacto: la libertad de
expresión constitucionalmente reconocida.
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