No es una errata, no quisiste escribir enterrado ni referirte a Adolfo Suárez. Simplemente al ver esta tarde las imágenes del funeral del ex presidente te acordaste de una anécdota que te ocurrió en la catedral de Ávila.
Tendrías quince años y tu madre de mandó unos días un verano a Ávila, donde tenías y tienes unos parientes maternos, a cambiar de aires por algún problema respiratorio que tienes literalmente olvidado. El año anterior o el siguiente fuiste a cambiar los aires a Calzada del Coto, para empatar con la rama paterna, que esos imposibles equilibrios conviene tenerlos en cuenta.
Compraste una guía de Everest y te dedicaste a patear la villa amurallada de cabo a rabo. Seguramente será la ciudad que mejor conoces después de Oviedo, por encima de León incluso: las murallas, Santo Tomás, los Cuatro Postes, la equilibrada iglesia de San Vicente…
A veces ibas solo, otras te acompañaba tu primo Jesusín, ¡de seis años!, maquinista hoy en Cataluña. Una mañana estabas en la catedral, era la hora de cerrar y tu primo ya había salido. La puerta estaba girando sobre su eje y Jesusín comenzó a gritar:
- ¡Que está mi primo dentro, que está mi primo dentro encerrado!
Cuántas cosas que no sé de ti. Ni el problema respiratorio, ni tu conocimiento de Ávila, ni tu anécdota del encierro.
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