2024/11/07

LECTURA DE LA PRENSA. DEL 25 AL 31 DE OCTUBRE.

 LECTURA DE LA PRENSA. NO HAY MÁS PREGUNTAS, SEÑORÍA.



LECTURA DE LA PRENSA. LA CAÍDA DE ERREJÓN.
Una decepción más. Decepcionante también la carta infumable en la que anuncia su dimisión.


LECTURA DE LA PRENSA. LA TPA.
Alguien diría que la TPA no es ningún periódico. Cierto. Para no romper con la muletilla auto impuesta, puede uno decir que en la parrilla de la prensa asturiana se anuncia el programa de El Tiempo. Pues bien, hoy estuvo uno atento porque hace unos días alguien le dijo (en un bar de Lena) que no podía ver (a) la TPA por la tirria que le tienen a Lena. "¿No te fijaste que en el programa de El Tiempo nunca sale Lena?". Efectivamente, uno estuvo atento y la TPA, en este punto, prefiere una visión artística del mapa de Asturias aunque cercene la montaña vaciada. Hace poco otro amigo le mostró a uno su enfado con la TPA por el trato informativo dispensado al Real Oviedo. Como emiten desde Gijón...La TPA, motivo de controversias.
Dejando de lado esas anécdotas, a uno le gusta la TPA en general, aunque discrepa del oficialismo lingüístico artificioso y empalagoso de un montón de programas.

LECTURA DE LA PRENSA. INUNDACIONES Y NÚMEROS
Hoy comentaba uno en casa qué hacer si se anuncian lluvias torrenciales del máximo nivel administrativo para dentro de seis horas. Como uno vive en un cuarto piso, nada, precisamente quedarse en casa. ¿Y qué hacemos con el coche, que está en la plaza de garaje? A lo mejor intentar dejarlo en una carretera de la montaña si no pensaron lo mismo otros miles de conciudadanos. ¿Y bajaría uno al trastero para subir para casa lo más merecedor de ser salvado ante la seguridad de las inundaciones? Es un planteamiento de mínimos.
Uno está conmovido por la magnitud del desastre. Habrá quien alegue que el hombre tiene algo de culpa por su contribución al calentamiento global. Sin despreciar esa posibilidad, uno es escéptico en relación con la intervención humana en este momento, aunque no descarta que pueda ser un factor mínimo que coadyuve en el desencadenamiento de estos fenómenos que antes se consideraban exclusivamente naturales.
Una magnitud de este tipo no es achacable a ningún gobierno ni nacional ni autonómico ni local y desprecia olímpicamente a quienes puedan alegar lo contrario, porque en todos esos planos se sucedieron gobiernos de distinto color, y todos pudieron hacer algo desde el punto de vista del planeamiento. No le interesa a uno esa batalla política de baja estofa.
Las calamidades se suceden cíclicamente, unas veces en una zona, otras veces en otra, algunas veces se repiten en las mismas. Cuestión de números, como uno anticipa en el epígrafe.
Hay regiones con más posibilidades de sufrir seísmos, y las normas de edificación prevén unas restricciones mayores, en España y en el extranjero, sobremanera en Japón. Sin duda, es posible tener en cuenta los antecedentes calamitosos a la hora de llevar a cabo el planeamiento urbanístico de las zonas inundables, pero llevarlo a cabo tiene un coste político y un coste económico, y no sabe uno cuál es más determinante. Al campo se le pueden poner puertas, pero hay que ser conscientes de que salen muy caras, y a ver quién las paga. Hay zonas, como la vega valenciana, que relacionan su riqueza histórica con la proximidad del agua, siempre que esta se mantenga dentro de sus cauces, o que los rebase solamente un poco. El agua, cuando es torrencial es también su destrucción. Es cuestión de números y de rentabilidad global, con lo difícil que resulta computar la rentabilidad positiva durante años o siglos, a la que hay que restar los desastres cíclicos. ¿Interesa realizar ese cómputo? Cuestión de números, y no está uno pensando en las vidas, que, desde el punto de vista económico, valen menos que los muebles y los inmuebles.
Uno cree que hay que considerar los antecedentes y pensar que donde se produjo en un siglo más de una inundación, es probable que se repita. Y adaptar, en consecuencia, el planeamiento urbanístico a esa posibilidad, cueste lo que cueste (política y económicamente).
La última palabra y el último número uno cree que lo tienen las compañías de seguros. Ellas conocen el índice de riesgo de ubicarse en una zona determinada. Es un dato que deberían considerar gobiernos y particulares. Los gobiernos incentivando el establecimiento en zonas históricamente seguras o desincentivando lo contrario. ¿Y los particulares? A los particulares, como los gobiernos no les quieren incomodar, ya les dirán lo que proceda las compañías de seguros cuando vayan a formalizar alguna póliza. No habla uno de un plan para hoy, ni para mañana, que hay que centrarse en el duelo y en la recuperación. Es un plan para pasado mañana.

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