Perdió el Bayern de Guardiola 0-4 ante el Real Madrid de Ancelotti y ya se anuncia el final de una era, la que encumbró al Barcelona como equipo número uno de la Liga (y la Copa) de España y del continente europeo, y eso que el Bayern se proclamó campeón de la Bundesliga con una antelación nunca vista, pero no cuenta.
Ancelotti estaba de capa caída hace un mes y ahora, dicen, se demuestra su solidez. Bale con su fugaz carrera justificó un millonario desembolso, pero si acierta Neymar en el último remate y Casillas en vez de besar el poste, muerde el pasto, se desarma el teorema como un castillo de naipes.
Son simpáticas las teorías del fútbol. Tres victorias seguidas, no digamos tres derrotas, dan alugar a toda un tratado, que no hay reparo en cambiar si a la cuarta se tuerce la trayectoria.
Si cae el estilo Guardiola, el mismo camino seguirá la selección española, pero es aventurado pronosticarlo ahora. Es más fácil, cuando pase, acudir al “ya lo decía yo”.
En esto del fútbol no te crees ninguna teoría, ninguna distinta de la vida, la empresa, la Administración, la sociedad. Hay equipos que triunfan porque despunta una figura luminosa que tira del equipo (Futre); otros porque aciertan en las inversiones (Dépor, al menos a corto plazo) o en la cantera (el Sporting en alguna época); en ocasiones es el buen hacer del entrenador con tácticas innovadoras (Benito Floro) o con motivación cuestionable (Bilardo); y no olvidarse de la suerte, que influye para bien o para mal en momentos decisivos (el último partido del Oviedo en Primera).
Te apuntas al escepticismo y a la duda.
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