2014/03/31

LOS MISERABLES

Dicen que en los test del dominó, quienes desconocen las nociones básicas de este juego están en inferioridad de condiciones en comparación con los demás. Es un argumento contra quienes defienden la absoluta objetividad de los test de personalidad. Con el cine y con los musicales te pasa lo mismo. De verlos tan poco, se te escapan los códigos que todo el mundo conoce menos tú, de ahí que hayas asistido a buena parte de Los Miserables sin enterarte de la misa la media, valorando, eso sí, la coreografía y el montaje, pero como quien ve escenas independientes.

La gente salió encantada, quizá porque la mayor parte haya visto previamente la superproducción reciente que dicen que existe con igual título. Jugaban con ventaja. Por tu parte, te enteraste de algo hasta que llegaste al equivalente de la página 280 (por ahí vas todavía) de la novela de Víctor Hugo. Estabas esperando la batalla de Waterloo, a la que Víctor Hugo dedica varios capítulos, pero nada. A partir de ahí, estruendo, humo y furia.

Como había que aplaudir, aplaudiste. Sin embargo, y sobre todo al principio, la vocalización era pésima, quizá por problemas técnicos. El volumen de la orquesta mataba el texto (como la gaita y la tonada en los chigres) y a tanta velocidad se desenvolvían los acontecimientos que te costaba distinguir los buenos de los malos.

Lees, más tarde, el programa de mano y te enteras de que presenciaste, entre otros, los siguientes números: Otro día se va, Soñé una Vida, Los Muelles, Choque de Carros, El Café ABC, Calle Plumet, El Primer Ataque, El Segundo Ataque, La Batalla Final, Las Cloacas, etc.

¡Y te quieren llevar a El Rey León! Habrá que ir a un cursillo previo.

1 comentario:

  1. El cursillo previo es fácil: ver la película. Lo que queda bien decir es que deberíamos leer el libro. Lo siento. Paso.

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